IV- A MINNIE


IV

 A MINNIE

La habitación roja con la enorme cama
donde sólo gente mayor se acostaba;
el cuarto pequeño en el que tú y yo
descansamos juntos en cierta ocasión
y, para casarnos de forma decente,
te pedí la mano como un pretendiente;
el cuarto de niños, que nos encantaba,
llenas las paredes de cuadros y láminas
y de hojas los huecos,
una habitación para no dormir
y escuchar las ramas y hojas del jardín
que sacude el viento...
y buena también para descansar
y aquellos grabados poder contemplar...
los de la batalla de Sebastopol,
con lanzas y espadas reluciendo al sol,
el pico escarpado,
los barcos hundiéndose, la oveja balando,
los niños felices, descalzos,
riendo encantados al cruzar el vado:
todas esas cosas desaparecieron
y la vieja finca hoy es de otros dueños;
presenta un aspecto distinto,
cobija a unos desconocidos.
Arrastra aún, de molino en molino,
el jardín de nuestra infancia el río;
¡pero los niños, ay, ya nunca
lo veremos desde la esclusa!
Más desde el tejo - aún está allí -
nuestras voces suelen salir
como si estuviéramos jugando
y aún las escucho preguntando:
"¿Está muy lejos Babilonia?"

Lejos, muy lejos, chiquitín,
está muy, muy lejos de aquí...
¡Pero aún más lejos estás tú en la colonia!
"¿Podré llegar a una vela?"
- eso decía la canción.
Yo no lo sé, puede que puedas,
aunque, escuchadme, a condición
de que si vas allí, no vuelvas.
La oscuridad eterna, ¿quién lo duda?,
caerá sobre colinas y llanuras
y apagará los astros y las lámparas
antes de que volvamos a la infancia.

Hasta la India lejana donde estás
estos versos te envío por el mar;
te llegarán, confío.
Porque ni tú ni yo hemos olvidado
aquellos muebles indios,
los huesos de antílope, las plumas de albatros,
las raras semillas, los extraños pájaros,
las cuentas y ajorcas, tantas baratijas,
los dioses  y sus sagradas campanillas,
las susurrantes caracolas retorcidas.
En aquel piso bajo todo era
sencillo y escocés, a su manera,
pero en cuanto subíamos a una silla,
aquello era el Oriente, ¡oh maravilla!
Consideremos todo esto una fábula;
podéis verme en aquella planta baja
y a Minnie sentada como un desafío
sobre aquel precioso mueble indio.
Sonriente y gentil, un escabel me quieres dar
que me resulta alto para hasta mí llegar.
¡Tiende hasta aquí tu mano, querida, y estos versos
tómalos en recuerdo de aquellos viejos tiempos!