XXVI- EL MOLINO DEL RECUERDO


XXVI

EL MOLINO DEL RECUERDO

Más allá de los linderos - un pecado imperdonable -
partiendo ramas molestas o gateando por debajo,
tras atravesar la brecha en la tapia del jardín,
por la senda de la orilla, junto al río, caminamos.

Ya llegamos al molino con su resonar de trueno,
a la presa y al prodigio de su espuma, ya llegamos;
ahí podemos ver la esclusa, y debajo la corriente-
¡lugares maravillosos, aunque queden tan a mano!

Los ruidos llegan al pueblo cada vez más apagados,
cada vez oímos menos en la colina a los pájaros;
polvorientos y borrosos los ojos del molinero;
con el ruido del molino sus oídos se han cegado.

Los años pueden pasar, y la gran rueda del río
para otros niños que llegan sigue rodando y girando,
dando vueltas y moliendo, batiendo y espumeando,
mucho después de que todos los chicos se hayan marchado.

Volveremos de las Indias, volveremos del océano,
regresaremos a casa los héroes y soldados,
y seguirá sin parar girando el viejo molino,
dando vueltas, golpeando el río, y espumeándolo.

Tú con la judía aquella que te di cuando reñimos,
yo con aquella canica tuya del último sábado,
ancianos y respetables y alegremente ataviados,
allí nos encontraremos y hablaremos del pasado.